Es sábado por la noche y no tienes plan. De hecho, estás demasiado cansado para tener cualquier plan. Pero un buen amigo te escribe un mensaje y te dice que va a ver a unos tal Vintage Trouble y que le sobra una entrada. Y tú decides ir. ¿Por qué no? ¡Música en directo, leñe! ¡Y encima invitado! Así que lo que en un principio iba a ser una noche de descanso en casa terminó como una de las mejores experiencias de concierto que he vivido.
Vintage Trouble tocaban como parte del Festival Black Is Back de Rhythm & Blues organizado en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. Este sitio está situado en pleno centro y tiene forma de rectángulo hueco, con un patio de adoquines enorme en su interior. Con tanto espacio y buenos recursos, había un buen tinglado montado y la cosa prometía ya desde el principio: Madrid centro, de noche, una temperatura de envidia, concierto en espacio abierto, alguna estrella iluminando el cielo (luchando por traspasar la contaminación lumínica), un sonido excelente y muy buen rollo entre los asistentes, aún siendo desconocidos entre sí. El concierto empezó algo más tarde de las 00:30 y desde la primera nota hasta la última no tuve la sensación de que sobrara nada, ni de que faltara. Salí de allí habiendo reído, bailado, llorado y saltado con pasión. Y es que yo creo que los mejores conciertos son esos: los que te dan una inmensa variedad de emociones que llevas al extremo gracias a la música y te dejan una sonrisa de oreja a oreja al terminar, ganas de repetir y la sensación de que no olvidarás eso en la vida.
Yo conocí a Vintage Trouble teloneando a AC/DC en Madrid en 2015. Me gustaron, pero fue un gran «sin más» que acabé olvidando. No quise profundizar en ellos ni escuchar sus canciones en casa. Esta vez han pasado sólo 10 horas desde que ha terminado el concierto y los tengo puestos a toda pastilla por los altavoces desde que me he levantado. Aún así, fui al concierto conociendo sólo una canción, así que no voy a hablar en específico de cada una, si bien si nombraré las más relevantes.
El concierto estuvo lleno de momentazos, desde el cantante que no paraba de bailar y hacer acrobacias y hacernos cantar y bailar al público constantemente a los increíbles solos del guitarrista, muy bluseros, con mucho sentimiento en cada nota. Hubo tiempo para llorar como una magdalena con «Not Alright By Me» o «Another Man’s Words» pero también para soltarse la melena y que el cantante nos descubriera su lado más gamberro con «Run Like A River» (que era la que conocía y con la que terminaron el concierto por todo lo alto). Tocaron canciones del nuevo disco, que aún está por salir, y de los antiguos. Descubrimos que el cantante también toca el trombón, bastante bien por cierto, y nos quedamos flipados con su actitud sobre el escenario…. y debajo de él. En uno de los temas, se bajó del escenario, micrófono (con cable) en mano, y se situó en el centro de la plaza (el cable era muy largo). Nos hizo ponernos en cuclillas a toda la plaza (había unas 1500 personas) y luego levantarnos de golpe en un éxtasis de diversión y ganas de bailar. Terminó el concierto subido a la mesa de sonido, desde la que volvió haciendo crowdsurfing con el público.
Y ya está. No hubo bises, ni especiales agradecimientos. Se marcharon por donde habían venido, dejándonos a todos flipados con su directo. Sólo me queda decir: ¿cuándo es el siguiente?