Este pasado mes se han cumplido 20 años del lanzamiento de “Yield”, el quinto disco de Pearl Jam y hemos decidido dedicarla una entrada en nuestra sección de Discos Clásicos.
En 1997, Pearl Jam era una banda enferma que podía desaparecer en cualquier momento. A pesar de haber sido protagonistas junto con Nirvana del boom del grunge a comienzos de la década de los 90, su popularidad y capacidad compositiva parecían estar desvaneciéndose entre su derrota judicial contra el gigante Ticketmaster (para saber más de esto recomiendo encarecidamente el visionado de “Pearl Jam Twenty” , documental imprescindible para los amantes de esta banda), la caída en ventas de sus discos y la separación gradual de sus miembros.
En los dos discos anteriores, Eddie Vedder había tomado las riendas de la composición hasta el punto en el que sus propios compañeros no querían compartir sus ideas con él por temor a que su reacción destruyera su trabajo. Y es en este contexto tan poco halagador en el que se gesta Yield (1998), un álbum que les devolvió a la palestra y al lugar que les correspondía como una de las bandas más importantes de los 90 y de la Historia del Rock.
Todo esto cambió poco a poco en la creación de este disco: Vedder admitió las aportaciones de sus compañeros, tanto líricas como musicales, enriqueciendo el sonido de la banda y haciéndolo a la vez más accesibles; volvieron a girar de forma extensa, aunque fuera hasta cierto punto una derrota en su batalla contra el gigante de Ticketmaster; incluso, levantaron su veto impuesto a los vídeos musicales, permitiendo que Todd McFarlane y Kevin Altieri crearan una maravilla de este calibre:
En general el disco es más tranquilo que sus predecesores, menos rabioso y más “adulto” en líneas generales, pero esto no le resta emotividad o carácter, sino que hace que la música de la banda entre en consonancia más con lo que eran las personas que la formaban, y nos da esperanza de continuidad cuando creíamos, tras la muerte de Kurt Cobain, que no había futuro para las bandas de Seattle. Hay auténticos himnos, como “Given to Fly” o “In Hiding”, grandes medios tiempos como “Low Light” y gemas escondidas como “Wishlist”. Podría hablar de todas y cada una de las canciones del disco, pero creo que es mejor que le deis una oportunidad, os pongáis los cascos y al darle al botón os dejéis llevar al camino de madurez de los de Seattle.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.