Os traemos hoy la crónica de la segunda jornada del Download Madrid 2019, en el que el calor, la alegría y la ocasional decepción volvieron a aparecer. Slipknot, Berri Txarrak, Stone Temple, Rival Sons y Megara fueron nuestros protagonistas. Vamos con ello.
El 2° día en nuestro periplo festivalero amaneció algo más fresco que el anterior, en vez de 42 grados solo llegábamos a 39. Mucho mejor, claro que sí, dónde va a parar.
Ante esta tormenta de sol no nos quedó más remedio que bajar tarde, y cuando llegamos acababan de empezar Rival Sons. Y a pesar del omnipresente calor los californianos no se amedrentaron y dieron un bolo dignísimo, a pesar de algún problema de sonido (probablemente era un cable que en ocasiones pegaba). La banda desgranó temazos como “Torture” o “Keep on Swinging” y no se amilanó a pesar de que el público parecía aletargado. Uno de los triunfadores del día.
Acto seguido fuimos corriendo a ver lo que quedaba de la actuación de Megara, viejos conocidos del campa ya que tocaron allí hace 2 años. Lo que pudimos ver fue una banda consolidada, con el mejor sonido que les he escuchado y con una consciencia clara de que espectáculo es esencial (acertadísima la representación creepy de la mesa del té de Alicia en el país de las maravillas). Agradecieron que en un festival «les hubiéramos escogido a ellos» a pesar de la enorme variedad, y se merecieron ser una de las bandas más mencionadas en redes sociales en este día 2. Sí, podíamos haber ido a disfrutar de los vikingos de Amon Amarth, pero preferimos apoyar a una banda mucho más pequeña que quiere hacerse grande. Y dudo que nos hayamos equivocado.
Vale, reconozco que con Stone Temple Pilots tenía prejuicios. La tortuosa historia de la banda (dos de sus antiguos e icónicos vocalistas, Scott Weiland y Chester Bennington, fallecieron de manera trágica y prematura) nos lo ponía difícil, y el hecho de que el actual cantante venga del mundo televisivo generaba alguna duda. Y cuan equivocado estaba: solidez, buen hacer, presencia de showman (se metió entre el público y nos cantó a la cara) y una colección de temazos que son memoria viva de mis añorados 90. “Plush” emocionó, “Interstate Love Song” me llevó casi al llanto y “Roll me Under” o “Sex Type Thing” me engorilaron a saco. Quizá este gran sabor de boca me contrastó con el amargor de lo siguiente.
Y es que ay, Slipknot, ay Slipknot. Siempre he sido muy fan de su capacidad para embrutecerme hasta el tuétano y esa melancolía torturada que veía en sus estribillos melódicos me ponía la piel de gallina, por lo que mis expectativas eran altísimas. Quería sentir eso, dejarme llevar y que la música hiciera el resto. Y sin embargo, no pudo ser. La banda le puso empeño, pero la interacción se entrecortada con las larguísimas pausas entre canción y canción, el sonido iba y venía y las guitarras quedaban sin definir, el muro sónico parecía estar lleno de grietas y los miembros nuevos demostraron poco carisma. Fue una auténtica lástima, y es mi única decepción real del festival. Ay, Slipknot.
Al acabar los de Iowa teníamos que elegir: o la visita de los progresivos noruegos Leprous o la despedida de los navarros Berri Txarrak. El conservadurismo ganó la partida y fuimos a ver a los de Gorka Urbizu, que como siempre han hecho me volaron la cabeza. Siempre he pensado en que las 3 palabras que les definen son oficio, contundencia y coherencia, y la capacidad melódica de sus composiciones está a la altura de sus adorados Nirvana o Weezer. Sus directos no tienen misterio: las canciones son fogonazos de hardcore, metal e indierock, y en cada bolo el setlist cambia, por lo que puedes repetir una y otra vez sin cansarte. Sin embargo, en esa profesionalidad de obreros del rock vimos más verdad y potencia que en el artificio de Slipknot. Qué lástima que lo dejen.
Doloridos y cansados por los pogos y la intensidad del día nos retiramos después de Berri. Aún no sabíamos lo que nos esperaba al día siguiente, aunque lo podíamos intuir.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.