Hoy os traemos en nuestra sección de “Discos Clásicos” el quinto álbum de nuestros escoceses favoritos, Biffy Clyro. Su “Only Revolutions” ha cumplido 10 años este mes y es el momento de analizar por qué supuso la revolución que anunciaba su título.
Es difícil encarar el análisis de un disco que sabes que te ha cambiado, sino la vida, al menos la percepción que tienes de la música. Eres consciente de que la objetividad va a ser arrastrada por la marea de la emoción y la nostalgia. “Nunca volverás a ser como eras cuando descubriste este disco”, parece que te dice su portada. Sin embargo, hay que intentarlo, para ser justo tanto con el disco como con el chaval que eras hace 10 años.
En septiembre de 2009 aterrizaba en la ciudad de Glasgow para trabajar durante un año allí. Tras los típicos días de aclimatarme a la ciudad, empecé a interesarme por la oferta musical que ofrecía la ciudad, y no tardé en darme cuenta de que todo el mundo hablaba del mismo grupo, una banda que yo desconocía: Biffy Clyro. En noviembre estaba anunciado la salida de su quinto disco, y el hype era indescriptible. Todo el mundo estaba entusiasmado: primero, porque para ellos eran una banda local que habían visto crecer; segundo, porque los adelantos, tanto “Mountains” como “That Golden Rule” y “The Captain” habían dejado un sabor de boca impresionante; y tercero, porque parecía que por fin podrían gritar al mundo “Mon The Biff”, y el mundo contestaría. Ya no sería un secreto a voces, sino una realidad que afrontar.
Para paliar la espera, corriendo conseguí una copia del anterior disco, “Puzzles”, y en seguida empecé a contagiarme del virus. Lo tenían casi todo: actitud, un sonido propio, originalidad, imagen y capacidad para hacerte sentir frágil e invulnerable a la vez. Sólo les faltaba que el mundo escuchara todo esto en un álbum nuevo. Y vaya si lo consiguieron.
El disco arranca con “The Captain” (escúchala pinchando aquí) que se revela como la perfecta canción pop para la nueva década. Es cañera, y tiene rarezas como los arreglos de metales, pero es innegable que su gancho lo obtiene de la melodía, una melodía perfecta tanto en estrofa como en estribillo. Le sigue “That Golden Rule” (escúchala aquí) con un riff espectacular que crece en una canción que va a más, hasta llegar a su coda instrumental en el que se mezclan con sabiduría caña y sinfonía. Con “Bubbles” de nuevo aparece el pop, en estructura y melodía, a la vez que las guitarras (una principal firmada por un Simon Neil inspiradísimo y una secundaria en la que colabora Josh Homme de Queens of the Stone Age) marcan la pauta. “God & Satan” muestra más facetas de la banda, aquellas en las que destaca su buen hacer con guitarras acústicas y con letras que juegan con la ironía y una inteligencia fuera de lo normal en este estilo musical. “Born on a Horse” se muestra postpunk y progresiva a la vez, mezcla de su pasado hardcore y math-rock con esa querencia de hacer las canciones más accesibles.
Acto seguido viene la canción que marcó un antes y un después para ellos: “Mountains” es una montaña rusa que va desde la delicadeza más pequeña a piano y voz hasta llegar a la épica más grandilocuente de su estribillo. Nada fue igual después de esta canción.
“Shock Shock” es la canción en la que encuentro más conexión con su anterior disco, y sirve de antesala para otra joya de La Corona: “Many of Horror”. De verdad, os reto a escucharla y que no os emocione, aunque sea solo un poco. A mí, diez años después, me sigue emocionando.
Con “Booooooom, Blast and Ruin” y “Cloud of Stink” van sin miedo y al cuello, si bien la segunda quizá destaque menos precisamente por ir justo después de una canción tan similar. “Know Your Quarry” es juguetona en sus arreglos de cuerdas que engrandecen un tema que tocado de otra manera habría pasado sin pena ni gloria, y con “Whorses” llegamos cabalgando a un final de disco perfecto, con una nota colgada que ruge y sonríe a la vez.
En definitiva, este es un disco para cambiar vidas. La suya desde luego, ya que se convirtieron en referencia absoluta del rock alternativo y han marcado una escuela que seguimos muchos. Y la mía también, ya que nunca me he separado de ellos desde entonces. No puedo sino recomendaros que hagáis lo mismo.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.