El jueves un par de monitores de Rock Camp acudimos a una cita ineludible en Madrid si conocías un poco de qué iba la cosa: Biffy Clyro en directo. Los escoceses, que ya visitaron nuestro país en verano siendo parte del cartel del Mad Cool Festival, hicieron gala de un verdadero show en el que tocaron gran parte de su nuevo álbum, Ellipsis, y un montón de canciones de discos anteriores que los fans coreamos a unísono. Y es que una de las grandezas de este grupo es cómo consiguen acercar una música compleja y elaborada a una audiencia mayoritaria. Nos alegramos mucho de ver a muchos acampados allí, seguro que disfrutaron del concierto tanto como nosotros.
El Palacio de los Deportes fue llenándose poco a poco mientras actuaban Frank Carter & The Rattlesnakes, un grupo al que merece la pena echar una oreja si no lo conocéis. Al finalizar su actuación nos encontrábamos entre un público de unas 2.000 personas que gritaron como una sola “WE ARE WOLVES!” cuando Simon Neil y los suyos empezaron a tocar los primeros acordes de Wolves of Winter. Biffy Clyro actuaron sobre un escenario más bien modesto pero una puesta en escena muy preparada (especial mención a las luces). Llevaban dos músicos de apoyo: guitarra y teclado. Sin que faltara alguna balada como God & Satan, Re-arrange o Many of Horror, el setlist fue bastante cañero. Un total de 23 temas de los cuáles disfrutamos en especial In The Name Of The Wee Man, Living Is A Problem Because Everything Dies, Flammable (primera vez que la tocaban en directo), That Golden Rule, Victory Over The Sun y Stingin’ Belle (con la que cerraron el concierto). Si bien echamos en falta algunos temas como The Captain o Different People los fans salimos bastante satisfechos del concierto.
Esperamos verles en futuras fechas en nuestro país con un poco más de audiencia pero la misma entrega y química con el público. Si aún no les habéis escuchado, os recordamos que hace unos días publicamos una entrada con 10 canciones suyas que podéis escuchar para empezar a conocerles.
Entrada realizada por Pablo L. Abarca, Monitor de Rock Camp