Vintage Trouble, Download Festival, Aerosmith y termino mi ronda de conciertos pre-Sotolengo con las leyendas (o lo que queda de ellas) Deep Purple. Sin duda, ha sido un último mes cargado de música que no olvidaré en mucho tiempo. Un mes tanto nostálgico como esperanzador. Nostálgico por ver por última vez a dos pioneros del rock and roll como Deep Purple y Aerosmith a la par que bandas que empiezan a representar historia y no presente, como Linkin Park o Prophets of Rage. Pero, esperanzador, porque bandas como Five Finger Death Punch, Alter Bridge o Airbourne demuestran que hay rock para rato.
Y eran los australianos Airbourne quienes serían los encargados de abrir la noche de lunes en el Palacio de los Deportes de Madrid (Wizink Center para los modernos). Con las gradas cerradas y una afluencia de público lenta pero constante, sonaba el tema de Terminator para dar entrada al hijo pródigo de Angus Young, Joel O’Keeffe, y su banda. Para los que no conozcáis a Airbourne, se resumen en temas idénticos a los de AC/DC con la estética de Metallica en los 80.
Desafortunadamente, la actuación fue más espectáculo visual que auditivo. Airbourne sufrió uno de los peores sonidos que he escuchado en tiempo, donde las guitarras pasaron prácticamente desaparecidas (de hecho, la única que llegó a poder oírse bien fue la del propio O’Keeffe) y la voz de este último se notó bastante desgastada, no sé si a causa de los años o de la propia gira. Sin embargo, es innegable que es uno de los grandes frontman de nuestro tiempo, bajándose al público sobre un pipa y explotando la ya clásica lata de cerveza sobre su cabeza. Puro rock and roll.
Tras una espera relativamente corta, saltaba al escenario la formación actual de Deep Purple. No, no estaba Ritchie Blackmore, ni Glenn Hughes, ni John Lord; pero estábamos ante el último concierto de esta formación, que, le pese a quien le pese, es una formación de estrellas. Capitaneados por el guitarrista Steve Morse con Ian Gillan y Roger Glover casi desde los principios de la banda y el único miembro original persistente, Ian Paice, a la batería, los Deep Purple de hoy prometían despedirse por todo lo alto.
Con una gran pantalla y dos a los laterales, combinados con un juego de luces acorde con su clásico rock setentero, la banda de origen británico saltaba a escena por última vez en nuestro país. Lo hicieron con un repertorio un poco extraño, aunque justificable, para ser su última vez. Muchos de los temas eran de la época de Morse en la banda, y es que él acaparó la atención con sus solos llenos de técnica junto con Don Airey, teclista, quien también nos dio una lección en su instrumento. No serían Blackmore y Lord, pero lo pasamos en grande.
Sin embargo, a Deep Purple le pasó lo que a todas las viejas glorias del rock, y es que pasan de un concierto bueno a una locura en cuanto empiezan a tocar los temas que conocemos todos. No fue hasta que Airey terminó un solo (impresionante, por cierto) de teclado de varios minutos y entró con la mítica “Lazy” que el público se entregó del todo.
De ahí fuimos en crescendo: «Perfect Strangers» (tras otro solo), «Smoke On The Water» o «Black Night», para terminar, tomaron el protagonismo absoluto de la actuación, con todo el público cantando.
Y, os estaréis preguntando, ¿no te has dejado algunos temas? Bueno, no me los dejé yo, fueron los propios Purple quienes no interpretaron ni «Highway Star» ni «Burn», dos de sus temas más aclamados. Sin tener una fuente exacta, expertos del Rock and Roll de Rock Camp han podido informarme de la razón: que Gillan no llega. Y, lo entiendo. Prefiero a Gillan haciendo un correcto concierto que echar de menos a Glenn Hughes diciéndome que yo sabía que no nos quedaba tiempo. Pues, ahora sí que sí, no nos queda tiempo de volver a verles. Hasta siempre, maestros.
Entrada realizada por Diego Solana, Monitor de Rock Camp