El día se presentaba un poco distinto: entre que arrastraba cansancio y que los grupos del viernes me interesaban menos, estuve en modo piano piano. Eso no me impidió disfrutar del festival de otra manera, como vais a ver. En vez de ir a la Plaza del Trigo o aledaños, conseguí colarme a través de un amigo (gracias Jose) en los conciertos exclusivos de Le Club, un bar de pleno centro de Aranda. Gente que habían llenado o llenarían sus respectivos conciertos se pasaban a un formato íntimo de no más de 50 personas. Los primeros fueron Shinova, una de las revelaciones de los últimos años, que revisaron “Volver” (2016), su último disco, trayendo un concepto en el que ellos son maestros: elegancia. Sus composiciones de pop-rock melancólico a veces, vitalista otras, nos emocionaron como pocos son capaces. Habría sido el concierto del día de no ser porque Rufus T. Firefly volvieron a volarnos la cabeza. No me cansaré de recomendarles, echadles un vistazo, y para muestra os dejo aquí un botón.
Como ya os he contado, decidí tomarme este día con mucha calma, así que me tracé un plan de “conciertos imperdibles” y el resto del tiempo me lo tomé con bastante calma. Esto me permitió ir a Sexy Zebras con todas las ganas del mundo. Y menos mal, porque había que encararlo con fuerza al ser uno de esos conciertos en los que sudas más que los propios artistas. Contundencia y buen hacer de un power trío que ha hecho de la testosterona musical su seña de identidad, y hay que reconocer que les queda como un guante. Habrían quedado mucho mejor de madrugada, pero no se achantaron por el calor de la tarde, y eso es digno también de admirar.
Horas más tarde, Sidonie nos esperaba. Reconozco que tenía curiosidad por ellos porque nunca les había dado una oportunidad pero llevan años y años siendo referente en este festival y en el panorama indie en general, por lo que me decidí por ellos. Y qué acierto, señores. Pude ver a una banda que es plenamente consciente de sus vicios y virtudes, explotando aquello en lo que son (muy) buenos. Pude ver una banda dedicada plenamente a su público y a que todos los presentes nos lo pasáramos bien. Pude ver una banda que gozaba de una autoconsciencia muy sana, cosa no tan frecuente en el mundo del rock. En definitiva, pude ver a una banda que si son clásicos en este mundillo, es porque se lo han ganado a pulso.
El plato fuerte del día lo servía el señor Conejo, alias Leiva. De su concierto lo mejor que puedo destacar es que, no sé si de forma consciente o inconsciente, Leiva ha perdido algo de la actitud canalla de Pereza y se ha hecho grande, con todas sus ventajas e inconvenientes. Para entendernos, me sonaba más a una mezcla de los Rolling Stone y Bruce Springsteen que a una evolución del macarra de Pereza. Y si bien el sonido fue impoluto, la banda tenía actitud y él derrocha carisma….me da la sensación de que es algo que ya he visto. No obstante, en cuanto te dejas llevar disfrutas como un auténtico enano. Acabando con ese clásico encubierto que es “Lady Madrid”, dimos la última vuelta al ruedo para descansar ya que al día siguiente nos tocaba el último día grande.
Puedes leer las crónicas de lo días anteriores pinchando en los siguientes enlaces: Sonorama Ribera 2017 Día 1, Sonorama Ribera 2017 Día 2.
Entrada realizada por Fran García Crespo, monitor de Rock Camp.