Hace un par de semanas se cumplieron 7 añitos del lanzamiento de un disco que no será muy viejo pero que es un clásico desde que salió: “Wasting Light” de Foo Fighters.
Pocos grupos tienen la oportunidad de sacar más allá de un par de discos, tres a lo sumo, y menos seguir siendo relevantes. Sortear la década de existencia suele ser una carrera de fondo que no todos son capaces de terminar; por el camino hay infinidad de complicaciones: la inspiración que se pierde, la autoindulgencia, egos, adicciones….De esta manera, lograr la titánica tarea de un séptimo disco no está al alcance de cualquiera. Y, sobre todo, es más difícil aún que ese séptimo disco suponga un renacer y te coloque en el Olimpo del Rock. Y eso es exactamente lo que es “Wasting Light”.
Después de muchas idas y venidas de miembros del grupo, de sacar un Greatest Hits (2009) que no satisfacía a nadie, de regrabar discos enteros más de dos veces y de probar mil y una formas de hacer un disco (como se ve en el esencial documental “Back and Forth”, que os recomendamos encarecidamente (puedes verlo aquí)), al culoinquieto de Dave Grohl (por cosas como está lo decimos) se le ocurre hacer un disco en el garaje a la antigua usanza, sin usar nada digital y todo analógico. Para ello se trajo a Butch Vig, el productor del Nevermind (1991) de Nirvana y puso a la banda a ensayar durante más de 3 semanas un puñado de canciones las cuales, sin que exista ningún hit planetario como “The Pretender” o “All my life” (aquí tenéis una lista de temas maravillosa), mantienen un nivel brutal de principio a fin de disco, con auténticos himnos para los más fans, incluso en las canciones menores.
Arranca con un trallazo como “Bridge Burning”, dejándonos claro que vienen con el acelerador puesto. “Rope”, el single de éxito del disco, destaca enseguida con un riff extraño pero que engancha, y “Dear Rosemary” nos embarga con su melancolía, sobre todo en la parte del puente, con los coros de Bob Mould encajando a la perfección. “White Limo” es la gamberrada del disco (videoclip incluido ), una canción divertida para hacer el cazurro a saco, y “Arlandria” y “These Days” vuelven en esa línea nostálgica aunque energética. “Back and Forth” y “A Matter of Time” son más positivas, pero quizá las más olvidables de la colección, y “Miss The Misery” nos emociona con su estribillo. Y para acabar, los dos melocotonazos del disco: por un lado, la intimista “I Should Have Known”, la cual líricamente habla de la pérdida y en la que podemos ver una bonita elegía al líder de Nirvana, y que suena exactamente a este grupo gracias a la aportación de su bajista, Krist Novoselic. Y por último, esa loa a la vida, a levantarse otra vez después de caernos y aprender continuamente a andar que es “Walk”.
A estas alturas, Foo Fighters ya habían demostrado quienes eran con creces, y no le debían nada a la Historia del Rock. Aún así, este disco nos demuestra que lo importante es disfrutar de lo que haces y lo que escuchas. A día de hoy sigue siendo importante para el grupo (basta con ver la cantidad de canciones de este disco que suelen caer en sus conciertos, como vimos en el Mad Cool del año pasado (aquí tenéis la crónica)) y, sobre todo, para mí, ya que este es el disco que hizo que desempolvara la guitarra y volviera a subirme a un escenario. Así que aunque no lo lean nunca, gracias Dave, Chris, Taylor, Nate y Pat. Gracias de corazón.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.