Uno de los discos más esperados de este otoño es el cuarto trabajo de estudio de Mumford & Sons, «Delta» (2018). Hemos esperado un par de semanas desde su lanzamiento para subir nuestro análisis. Así lo hemos podido madurar bien. Aquí lo tenéis
Uno de los fenómenos habituales dentro de la historia del rock cuando se estabiliza el modelo de producción de discos es la habitual evolución que muestran los grupos grandes. Los gigantes del rock casi todos han tenido debuts deslumbrantes, comienzos que marcan un antes y un después; acto seguido se suele publicar un álbum continuista, y es en el tercero donde llega el salto al vacío, donde la experimentación con respecto a la fórmula inicial debe cuajar para que el grupo mute de un capullo prometedor a una mariposa grandiosa. Sin embargo, ¿qué ocurre después de ese tercer disco? Pues momentos como los que nos encontramos hoy, que analizamos «Delta» (2018), de Mumford and Sons.
Este cuarteto inglés de folk deslumbró a todos cuando reivindicaron las guitarras acústicas y los banjos en su fulgurante primer álbum, “Sigh No More” (2009). Tres años después repetían fórmula sin ampliarla demasiado con “Babel” (2012), poniendo un arsenal de melodías memorables sobre la mesa. El salto al vacío se produjo con “Wilder Mind” (2015), donde mandaron a la porra los banjos, abrazaron las guitarras eléctricas y se dejaron envolver en un sonido más rockero, cercano a los mejores Coldplay. Y hoy os presentamos “Delta” (2018), que se ofrece como un gran esfuerzo de conjuntar sus dos etapas, llevando este cambio con éxito pero con algunos peros.
El disco arranca fenomenal, encontrando en “42” la épica en la conjunción de las voces, haciendo además un homenaje a su trayectoria. Le sigue el primer trallazo, “Guiding Light”, un single puro y duro: todo está en su sitio, y se nota que se encuentran a gusto con esa mezcla de acústicas y el ambiente que dejan las teclas. Cuando llegamos a “Woman” ya podemos llegar a la primera conclusión: éste va a ser un disco calmado, donde las melodías deliciosas como la del estribillo nos van a animar a que cerremos los ojos y nos dejemos llevar. “Beloved” nos da la segunda clave: vuelve a aparecer el banjo, pero no arpegiando a toda pastilla como hacía en los dos primeros discos, sino marcando una nota pedal. Es por lo tanto un elemento reconocible, propio del mundo de Mumford and Sons, pero ha cambiado, ha evolucionado y se ha estabilizado.
“The Wild” sigue en la misma línea, creando una base de piano melancólica. Poco a poco va dejándose llevar por la épica habitual y acaba en un outro orquestero a saco. Eso sí, y acto seguido, “October Skies” desvela que aunque no sean capaces de renunciar a la épica y a la grandilocuencia que les ha hecho (valga la redundancia) grandes, estas nuevas composiciones caminan mejor por ambiciones más pequeñas. “Slip Away” acelera un poco el paso, hasta el trote, ahora que nos empezábamos a poner perezosos. Melodías marca de la casa, ritmillo vacilón y estribillo genial. No me sorprendería que fuera el próximo single.
No obstante, tras esta última canción, comienza el problema del disco: demasiados temas. Caemos en un rato soporífero con los siguientes 4 temas, que nos muestran que la grandilocuencia a veces se les va a los londinenses a la cabeza y entre arreglos de cuerda y melodías repetitivas se nos escapan varios bostezos. Esto hundiría el disco de cualquier otra banda, pero milagrosamente los de Marcus Mumford salvan la papeleta dejando para el final 3 de las mejores canciones, generándonos la duda de si no les habría salido un disco mucho más redondo si lo hubieran acortado. “Wild Heart” la podían haber hecho hace 10 años, y tendría la misma magia que destila ahora; “Forever” tiene las mejores melodías de todo el disco y “Delta” es un colofón perfecto: creciente, furiosa y con lo mejor de todos sus mundos.
En definitiva, un buen disco que podía haber sido mucho más. Quizá la autocomplacencia les ha hecho pensar que tenían más temas de gran calidad, pero no debemos ser excesivamente duros con esta banda que tantos buenos ratos nos ha dado. Y que, además tiene pinta de que nos los seguirán dando, aunque quizá ya no nos sorprenda.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.