Hoy os traemos el análisis de uno de los discos más sorprendentes de la temporada. El disco conjunto que han saco Toundra con El Niño de Elche bajo el nombre de Exquirla, Para Quienes Aun Viven. Abrid la mente y abrid vuestros oídos. Vamos a ello.
Si ciencia y religión se han contrapuesto durante siglos es, a grandes rasgos, por la necesidad que tiene el ser humano de conocimiento. Cuando algo no podía ser explicado, las diferentes creencias ocupaban ese lugar, al principio funcionando de forma animista para más tarde establecerse como superestructuras con instituciones y jerarquías. Y así avanzamos, dando pasitos en la oscuridad, algunos en busca de la luz del conocimiento y otros con el paso firme que da la confianza ciega en algo.
En la música, nuestra pasión, funcionamos de forma parecida: muchas veces necesitamos la luz del conocimiento para entender lo que vemos (escuchamos) a nuestro alrededor. Nos acostumbramos a lenguajes (géneros) que repetimos en nuestros reproductores porque lo familiar y lo conocido confortan, dan seguridad y configuran nuestro gusto, aportando esa mortecina luz que nos permite avanzar a pasitos en la oscuridad.
Sin embargo, a veces necesitamos dar un salto de fe desde la cabeza del león. Y eso es precisamente lo que nos exige Exquirla y su disco Para Quienes Aún Viven. De la casi imposible mezcla de un artista exflamenco (palabras suyas) como El Niño de Elche y los siempre emergentes Toundra con su rocoso post-rock sale un hijo lleno de rabia, usando las palabras del poeta Enrique Falcón y su “Marcha de los 150000000”. El trabajo es inclasificable, puesto que está en ese espacio vacío en el que sales de la zona de confort y el espacio conocido para adentrarte en zona mágica donde todo es posible. La intensidad y la fuerza de ciclón que tiene la base instrumental se alternan con los quejidos y lamentos de una voz que encaja a la perfección, siendo incluso usada a veces como un instrumento más. Es cierto que es un álbum de disfrute lento, que no sigue los patrones populares de canciones de 3.30 con estribillo reconocible y que necesita varias escuchas, e incluso a veces no se distinguen bien las letras entre tanto muro de sonido. Tampoco lo necesita. La dicotomía caña-sensibilidad constante de la parte instrumental no desentona nunca, y todo elemento aporta, aunque no sea sólo la suma de factores sino algo más.
Hay veces que estas cosas llegan y requieren de cierta confianza ciega, pero puedo aseguraros de que si le dais espacio a que crezca en vuestro interior, se convertirá en ese disco que no sabíais que necesitabais pero que os concede la seguridad necesaria para dar el salto de fe.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.
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