Hoy os traemos el análisis de una de las bandas con mayor proyección de nuestro país en los últimos años: “Salvavida (de las Balas Perdidas)” de La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.).
Dicen que el tercer disco es el más difícil. En el primero los grupos llevan tiempo arreglando las canciones, tocando en directo y viendo cuáles funcionan mejor, con la única gasolina de la ilusión que su proyecto les proporciona. El segundo suele ser precipitado, pero se exploran los puntos fuertes hasta explotar sus posibilidades y la seguridad de la banda suele hacer el resto. Pero ay, el tercero. Aquí las bandas que han tenido éxito se suelen encontrar ante un abismo: ¿Siguen repitiendo sus fórmulas, aquello que les ha valido antes? ¿O, por el contrario, se atreven a dar un paso adelante al abismo, sin saber si lo que hallan en esa tierra inexplorada es mejor o peor que lo anterior?
Pues con el tercer disco de La M.O.D.A. nos hallamos. Lo primero que destaca del disco es que inmovilista no es: la banda ha ido siguiendo una evolución muy coherente desde “¿Quién Nos Va a Salvar?”(2013). Y lo primero que destaca del nuevo disco es que sigue habiendo evolución. Una evolución inesperada por lo inusual de su propuesta, sobre todo centrándose en la vertiente más lírica y poética, pero, como ya hemos dicho, natural y coherente con la esencia del viaje musical que nos proponen los burgaleses. Sin embargo, la sensación general es que, habiendo grandes momentos y grandes canciones, se han pasado un poco de frenada. Su propuesta es compleja y no regala nada de cara a la galería: no es habitual encontrarse con gente que reivindica la canción tradicional castellana, a la vez que mira de reojo a las canciones de taberna de puerto de mar y al acordeón francés de Yann Tiersen.
Sin embargo, bajo mi punto de vista da la sensación de que en este viaje hacia delante se han asustado de a dónde les llevaba la velocidad del cambio y han dado algún frenazo. En el viaje llegamos al mismo sitio, pero este trayecto no nos cambia la vida, cosa que sí hizo la última vez que subimos al coche con ellos, en “La Primavera del Invierno” en la que todo estaba en su sitio.
No me malinterpretéis, el disco es de notable y tiene grandes momentos (esa tríada que conforman “Himno Nacional”, “Campo Amarillo” y “Los locos son ellos” hace que se merezcan nuestro amor y respeto eternos), pero le falta la unidad que sí tenían los anteriores. Se nota mucho que tienen canciones inmediatas (“Mil demonios”, la hímnica “Héroes del Sábado, “La Vieja Banda”) y otras más de exploración lírica (“Océano” es la más atrevida), donde se nota que David Ruiz es tanto poeta como cantante, y se hermana con el rap que da gusto. Pero donde nuestros amigos de Burgos más destacan es en los temas donde las dos vertientes se dan la mano, como en “La inmensidad”, “O naufragar” o mi favorita, que es el juego de dinámicas y trasvase de acordes mayores y menores que presentan en “Himno nacional”.
Por supuesto, todo esto no quita para que sea un trabajo cuidado hasta el detalle, con la adición de múltiples instrumentos poco habituales (dulzaina, flautas…..¡o una sierra!) y con una poesía honesta, que toca muchos temas, pero insiste en esa sensación de pérdida de identidad del emigrante, de pérdida de un pasado mejor en unos campos castellanos que ya no ven trabajar a los jóvenes.
Me sigue pareciendo una gran banda, y han sacado un disco que ya les gustaría a muchos, así que si lo escucháis, por favor no dejéis de poner la oreja en sus otros discos para entender mejor a qué me refiero.
Entrada realizada por Fran García Crespo, Monitor de Rock Camp.