Esta es la tercera entrega de nuestra serie sobre la historia de la grabación discográfica. En los dos capítulos anteriores vimos los inicios del registro sonoro y la posterior evolución a nuevas tecnologías como el vinilo.
Desde que el los discos planos se afianzaban como soporte de grabación se comenzó a experimentar con una nueva técnica: la grabación magnética.
Los primeros grabadores magnéticos fueron los conocidos como magnetófonos de alambre, que trabajaban con un fino alambre metálico como soporte, nunca lograron grandes calidades, pero las bobinas de alambre podían albergar más de una hora de grabación, por lo que fueron muy usados en aplicaciones militares y hasta de espionaje.
La diferencia fundamental de la grabación magnética respecto a los métodos de corte directo anteriores era que el alambre podía borrarse con un cabezal especial y volver a grabarse, abriendo un nuevo mundo de posibilidades en la grabación, especialmente en la musical, donde podía repetirse una toma varias veces hasta lograr una interpretación perfecta.
En este video, aunque sea un poco largo, podéis ver a la perfección una de estas máquinas:
Tras el alambre surgió la grabación en cinta plana, un soporte que perfeccionaron los alemanes y que se establecería como estándar durante muchos años por su gran calidad de sonido y posteriormente daría lugar a las modernas técnicas de grabación multipista.
En la próxima entrega de esta serie veremos la gran revolución magnética, el nacimiento de la grabación por pistas y la edición de sonido. ¡Hasta la próxima!
Entrada realizada por Pablo Giral, Monitor de Rock Camp
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